Asesinato en Honolulú by Leslie Ford

Asesinato en Honolulú by Leslie Ford

autor:Leslie Ford [Ford, Leslie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1946-11-15T00:00:00+00:00


12

Si hubo ocasión en que pudiera ser de utilidad aquella especie de sexto sentido que a Mary y a su madre parecía haberles sido otorgado, acaso por contagio de los indígenas hawaianos, nunca como aquella noche, cuando regresábamos del cottage. Tal vez la inquietud de Mary fuera, efectivamente, una manifestación de aquel misterioso don, y quizás el prosaico realismo de que Alice hizo gala cohibiera los presentimientos de su hija. Lo cual no tiene nada de extraño, ya que siempre el misticismo se ve cohibido por el realismo. Como quiera que sea, el caso es que muchas veces he meditado acerca de lo que pudo ocurrir, si Mary hubiera dirigido la luz de la linterna hacia aquel árbol, detrás del cual se ocultaban Swede Ellicott y Corinne Farrell, conteniendo su respiración. No cabe duda de que entonces habrían interpretado el hecho desconcertante de que Swede hubiera dejado en el cottage su maleta preparada, de modo muy distinto a como lo hiciera antes. Hubieran creído, y hay que reconocer que con sobrado fundamento, que Swede proyectaba marcharse con la mestiza…

No recuerdo haber mirado nunca con mayor aversión que aquella noche la perspectiva de tener que entrar en el cuarto donde tenía que pasar la noche. Pero no había escape posible. Las luces del salón estaban ya apagadas, y la casa, como un inmenso navío, zarpaba para la travesía de la noche. Harry Cather estaba en su despacho, y Kamamoto hablaba inclinándose sobre la mesa. Pensé que echando cuentas.

—Buenas noches, Mary —dijo Alice, despidiéndose de su hija con un beso.

Alice y yo quedamos a solas. Las llaves estaban todavía en mi bolso. Mary no había tenido ocasión de pedirme que se las devolviera, ni yo de decidir lo que mejor podría hacer con ellas.

Al llegar al extremo del pasillo, Alice abrió la puerta de mi cuarto y encendió las luces.

—Buenas noches, Grace —dijo.

Tuvo un instante de vacilación. En sus ojos se leía la ansiedad. No carecía de motivos que lo justificaran. Era más que probable que su agradable cuñado volvería a dedicar la noche a sus correrías. Alice ignoraba, naturalmente, que la puerta del refugio estuviera cerrada. Y no cabía duda de que Alice desconfiaba de Roy Cather tanto como éste de ella.

—Buenas noches —repitió mi amiga, cerrando la puerta de mi cuarto.

Oí sus pasos por el pasillo, y luego el ruido que hacía al cerrarse la puerta de su saloncito particular. Más tarde se hizo el silencio. Un silencio profundo, penetrante y lleno de vida. Me estremecí.

Asomándome a la galería, contemplé la oscura oquedad del jardín, y las tinieblas, más profundas todavía, de las montañas. De pronto me sobrecogió la angustia, al darme cuenta de que me hallaba, por así decirlo, sola en el centro de un escenario iluminado. Cierto que mi público, así lo esperaba yo al menos, se componía únicamente de árboles, hojas y piedras, pero no pude sustraerme a la sensación de ser blanco de millares de miradas. Apagué la luz. La apagué con toda rapidez.

Por un instante, la oscuridad que me rodeó me hizo sentirme segura.



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